Acabo de leer el libro de Jonas Jonasson "El abuelo que saltó por la ventana y se largó". El título no puede ser más descriptivo. Así empieza la historia. Allan Karlsson, el protagonista, es este "abuelo" que, el día que cumple 100 años, decide, por las buenas, saltar por la ventana y largarse de la residencia donde habita.
Esta pequeña y absurda anécdota da pie a 416 páginas de pasado y presente. La historia se divide en dos: el pasado, es decir, la vida de Allan Karlsson, el "abuelo" desde prácticamente sus inicios hasta que llega a la residencia; y el presente, a partir del momento en que salta por la ventana.
La historia del presente continúa en una estación de autobús, con un personaje que le pide a nuestro protagonista que le guarde la maleta para poder ir al baño. Pero ya se sabe que los ancianos de 100 años, si les dejas una maleta, pueden coger el primer autobús que vean y largarse como si no hubiera un mañana.
A partir de aquí la historia se desencadena en una serie de equívocos impresionantes, con personajes completamente absurdos: desde un anciano criminal, un vendedor de salchichas casi médico y casi de todo, un vendedor de Biblias, un comisario cansado de buscar fantasmas, un fiscal desesperado por encontrar algún cadáver, una señora digna de convertirse en una "serrana" perfecta del Libro de Buen Amor, hasta un perro y un elefante, mejor dicho, elefanta.
Todos estos personajes conviven en el presente, en una historia divertida, frenética y que convierte el surrealismo en el motor de todos los pensamientos, los sentimientos y las acciones de los personajes.
Ahora bien, 416 páginas con un presente desesperadamente rápido cuestan mucho de llenar, si no te llamas J.K.Rowling o Dan Brown, y el autor rescata la interesante vida del protagonista. Cuando aún tenemos los ojos demasiado abiertos porque descubrimos que el amor que se siente por una elefanta es completamente real, el autor nos vuelve a dar un giro a nuestra retina.
El sueco consigue reunir a personajes muy variopintos de la historia con los que se relaciona el protagonista. Asistimos a la muerte de Stalin, a la casi muerte de Franco por culpa de una bomba, al incendio de Vladivostok, a las historias de presidentes como Truman o Churchill, a los llantos del hijo del presidente de Corea, de a la ignorancia del hermano de Einstein, etc. Y hay un telón de fondo: y ese telón es Allan Karlsson, el abuelo, que se convierte en el ideólogo de la bomba atómica y en el convidado de piedra de la historia universal del siglo XX.
Es un libro completamente sorprendente, surrealista, divertido, que puede servir de libro de texto de personajes relevantes del siglo XX. El autor combina amor, intriga y comedia a raudales. El único error, desde mi punto de vista es que este globo poco a poco se va desinflando. La sorpresa que supone ver a unos personajes corriendo y escapando de unos maleantes con una maleta de 50 millones bajo sus brazos o asistir a reuniones entre algún presidente, el protagonista y un par de botellas de aguardiente se va perdiendo a medida que avanzamos en la lectura.
El pasado se acaba comiendo el presente. Así como al principio la historia del presente prima sobre la historia del Karlsson del pasado, esta última acaba resultando monótona y aburrida.
El abuelo empieza siendo algo entrañable y acabo siendo un personaje más en un mundo de nombres impronunciables, de historias de bombas atómicas y de animales asesinos.
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